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LA ISLA DE LAS TENTACIONES: EL ARTE DE CAGARLA

A ver, hablemos claro.
Cada año pasa lo mismo: dices que no lo vas a ver, que ya es demasiado circo, que «este año no me engancho». Y de repente, una noche tonta, te encuentras a ti mismo gritando «¡Salta la gamba, salta la gamba!» como si tuvieras acciones en la relación de esos dos.

Porque sí, La Isla de las Tentaciones es un experimento social disfrazado de reality, pero seamos honestos: engancha más que el móvil en modo de scroll infinito. Y lo peor es que en el fondo, en algún rincón oscuro de nuestra mente, sabemos que no es tan diferente a la vida real.

Piensa en esto:

  • Los tentadores y tentadoras: Básicamente, la vida dándote opciones que parecen mejores de lo que tienes . Como cuando juras que solo ibas al centro comercial a mirar y sales con tres bolsas.
  • Las hogueras: Ese momento en el que alguien (o la vida misma ) te pone frente a la cruda realidad y te dice : «Mira, esto es lo que realmente está pasando «. Doloroso, pero muy necesario.
  • La alarma: Ojalá existiera fuera del programa.
    Imagínate tener una relación que cada vez que estás a punto de tomar una mala decisión: «Eh, colega, no mandes ese mensaje», «Not te cortes el flequillo tú sola», «No pidas otra ronda».

Y claro, los participantes, personas que van con discursos de confianza absoluta, pero en cuanto les ponen un cubata en la mano empiezan a cuestionárselo todo.

Pero aquí viene lo bueno: la vida también es un poco así.

Cada día estamos rodeados de tentaciones, de dudas, de decisiones que pueden cambiarlo todo. Solo que en nuestro caso no hay cámaras, ni Sandra Barneda dándonos un discurso épico antes de destruirnos emocionalmente.

Y es curioso, porque en el fondo hay dos tipos de personas en la vida:

  • Los que juegan con fuego y acaban diciendo «no fue lo que parece » mientras ven cómo todo arde a su alrededor.
  • Y los que saben lo que vale la pena, los que no necesitan probar otras opciones para darse cuenta de que lo bueno ya lo tienen,.

Y aquí es donde todo se conecta.

Porque si lo piensas, ser fiel en la Isla de las Tentaciones es como estar a dieta y entrar en Suarezcake con el estómago vacío. Al principio te crees fuerte. «Nada me va a hacer caer». Te ves como un ser iluminado con autocontrol de acero. Pero luego ves ese cheesecake cremoso, con la base perfecta, el brillo irresistible, y algo en tu cabeza dice:

«Bueno, un bocadito no hace daño, ¿no?»

Ese primer bocado te sabe a gloria. Mejor de lo que esperabas.
Y te confías. Otro mordisco. Y otro.
Hasta que, antes de darte cuenta, te has ventilado la porción entera y ahora estás ahí, con la culpa en la cara y el botón del pantalón a punto de explotar, preguntándote en qué momento se fue todo al carajo.

¿Te recuerda a algo?
Exacto.

  • «Voy a probar solo un cóctel con la soltera, por hablar, nada más.»
  • «Voy a ver qué tal queda la pizza con piña, por probar.»
  • «Voy a abrir un ratito Instagram…»·
  • «Voy a cambiar mi tarta de queso de siempre por una con aguacate, a ver qué tal».

Y BOOM.
Desastre asegurado.

Porque claro, después de cagarla, llega el momento filosófico.
El «esto no era lo que parecía», el «no sé qué me pasó», el «yo no soy así».

Pero ya es tarde.
La tarta que querías ya no está.
Alguien más se la comió.

Así que la próxima vez en que te entre la tontería de «voy a probar otra cosa», piénsalo dos veces.
Porque hay decisiones que te persiguen para siempre. Como esa mala idea que empieza con «¿Y si….?» y termina con un «Sandra, me he equivocado».

Pero bueno, no me hagas mucho caso.
Yo simplemente hago tartas de queso.