El momento
A ver.
Fin de contrato.
Despacho pequeño.
Silla que chirría.
Yo delante.
Él enfrente.
“Tienes que mejorar tu comunicación y tener más iniciativa.”
Sonó a manual de empresa.
A “te falta carisma, crack”.
Asentí.
“Gracias, lo tendré en cuenta.”
Mentira piadosa.
Recogí mis cosas.
Cerré la puerta.
La reflexión
No me hundí.
No me cabreé.
Solo pensé:
igual tiene razón… aquí.
En este sitio.
En esta versión de mí.
Porque yo no era de hablar mucho.
Ni de venderme.
Ni de levantar la mano para “brillar”.
Quería hacer bien mi trabajo y ya.
El cambio
Y mira ahora.
Ahora vivo comunicando.
Cara a cara.
Ojo a ojo.
Contando historias que me importan.
Conectando con gente real.
Haciendo un producto que me representa.
La “iniciativa” que me faltaba allí…
era la que me sobró para mandarlo todo al carajo.
El renacer
Para empezar de cero.
Para elegir miedo con sentido antes que seguridad sin alma.
La comunicación llegó cuando tuve algo que decir.
La iniciativa apareció cuando tuve algo por lo que pelear.
Mi jefe no se equivocó del todo:
no valía para su guion.
Valía para el mío.
El mensaje
Si hoy te sueltan un “te falta iniciativa”, respira.
Puede que no te falte nada.
Puede que te sobre sitio equivocado.
Hazte esta pregunta sin anestesia:
¿Cuánto te tienen que pagar para renunciar a tus sueños?
Si la cifra no existe, ya tienes la respuesta.
Cuando encuentras lo tuyo
Y cuando encuentres lo tuyo, pasa esto:
no hay reunión que te calle,
no hay miedo que te frene,
no hay jefe que te mida.
Porque lo sentirás en la tripa.
Y eso no necesita guion.
Pero bueno, no me hagas mucho caso.
Yo simplemente hago tartas de queso.


