Mira, escucha bien.
Te voy a contar algo que va mucho más allá de si eres cliente o un potencial cliente de Suarezcake, simplemente por estar aquí.
Aquí no vamos de postureo ni soltamos frases de galletita de la suerte. Esto va en serio.
Hoy quiero dejarte algo real, algo que, si quieres, puedes llevarte como agradecimiento.
Pero para, para, para… porque esto que voy a decir no es una frase motivacional de libro. Lo digo de verdad.
Esta historia me impactó desde el primer momento en que la escuché. No sé si es del todo cierta, pero explica muy bien lo que te voy a contar.
Me hizo ver lo potentes que son nuestras palabras y cómo pueden moldear el mundo de alguien, así, sin más.
Y ojo, porque no estoy hablando en modo “influencer”; hablo de algo profundo. Al final, tenemos el poder de inspirar o hundir, de cambiar la vida de alguien con una sola frase.
Así que ahí va. La comparto contigo porque siento que, si de verdad resuena contigo, será mucho más que una simple historia.
Piensa en Thomas Edison. Sí, el de las bombillas, “el genio de las lámparas”.
Imagínalo llegando a casa, como una estrella de rock, y soltándole a su madre con una sonrisa de oreja a oreja: “Mamá, mira lo que me dio el profe. Dice que soy un genio, que la escuela para mí es como hacer una tarta con los ojos cerrados”.
Su madre leía la carta con lágrimas en los ojos, como si le hubieran dicho que su hijo acababa de inventar la luz. “Thomas, eres un niño prodigio. Eres tan brillante que los profesores no saben cómo guiarte. Tienes más potencial que un volcán antes de hacer erupción”. Le dio ese empujón que todos quisiéramos recibir alguna vez.
Años después, Edison ya era un genio reconocido mundialmente.
Pero un día, rebuscando entre papeles viejos, encontró esa carta en un cajón. Y lo que leyó lo dejó sin palabras.
La carta decía algo muy distinto: “Sra. Edison, su hijo no es precisamente brillante. Mejor que no vuelva a poner un pie en la escuela”.
Piénsalo un segundo. Su madre podría haberse hundido con esas palabras, pero no. Ella decidió darle la vuelta.
Le cambió la historia, le subió la autoestima hasta las nubes y, con una sola frase, le dio alas para llegar tan alto que hizo historia. Y si eso no es poder, no sé qué lo es. Una auténtica heroína.
Es como cuando alguien te da la receta de un plato increíble, pero le falta el toque secreto.
Esa chispa especial que hace que pase de ser bueno a ser inolvidable. Así de potente es lo que decimos.
Nuestras palabras pueden transformar lo común en memorable, o lo grande en algo ordinario. Tú eliges.
Yo nunca seré alguien tan distinguido como Edison, aunque mi heroina, al igual que la de Edison, también me impulsó.
Así que, la forma en que comunicamos es muy poderosa: puede elevar o destruir, inspirar o aplastar. Así que, elige tus palabras con el mismo cuidado con el que elegimos cada ingrediente de nuestra tarta de queso.